sábado, 13 de septiembre de 2014

Dame drogas y yo me expreso

Dame drogas y yo me expreso

padre-hijaEl viernes pasado estuve en una boda en Salamanca, y la verdad es que todo fue bastante bien. Tenía previsto escribir un artículo explicando mis sensaciones como no consumidor durante el evento, pero al final no será así, o al menos no como tenía pensado hacerlo.
A punto de irme del evento, allí estaba yo, sentado y cantando al son del grupo de turno, con mi hija dormida sobre mi mientras la acariciaba el cabello. Varias fueron las veces, y las personas, las que me invitaron a encargarse de ella, pero es que cuando decía que estaba bien, lo decía de verdad. Verme así, y recordar cómo, y que estaría haciendo si hubiese consumido, hacia que me sintiera el tío más feliz del mundo con mi hija en mi regazo.
OBSERVANDO, ME RECUERDO. OBSERVANDO, APRENDO.
Y precisamente esto, el estar sentado con mi hija en brazos cantando y observando al resto de invitados, me permitió darme cuenta de algo que era una constante en mi vida pasada.
Hubo una persona en concreto que provocó que me acordase de una actitud mía muy ligada al consumo, pero sobre todo, a mi ausencia total de manejo dentro de las emociones y sentimientos.
Debo advertir que esta persona no tiene ningún problema con el alcohol, o cualquier otra sustancia, pero si es cierto, que en lo referente a emociones y sentimientos, tiene mucho trabajo por delante, y es que como ya he dicho en otras ocasiones, este asunto no es exclusivo de adictos.
Conocerle, y saber cómo se maneja cuando está sobrio, me hizo recordar una parte de mí, una forma de comportarme muy concreta.
EL CAJÓN DE LAS EMOCIONES Y SENTIMIENTOS NO ES INFINITO
Al igual que nuestro protagonista, yo jamás supe expresar mis emociones, al menos las que realmente impactaban dentro de mí cuando las recibía. Siempre procuraba manejarme en un eterno “todo está bien” y una sonrisa ante los más allegados.
Mantener la situación controlada, no prestar atención a lo que ocurría dentro de mí, y sobre todo, racionalizarlo todo sin pasar por sentirlo, era mi credo emocional.
Pero si algo fui aprendiendo de forma más o menos consciente, es que el cajón donde acumulamos tantas emociones y sentimientos sin procesar no es infinito. Este cajón se termina por llenar, y cuando tenemos este tipo de actitudes, no suele estar lleno de alegrías, por lo que la más mínima sensación de que comienza a rebosar, nos hace removernos buscando una válvula de escape, de la misma forma que lo hace el vapor dentro de una olla a presión.
presion-emociones
TODAS ESTAS EMOCIONES DEBEN SALIR, PERO ¿CÓMO?
Estos días en los que me encontraba más saturado emocionalmente de lo habitual, era cuando el consumo se volvía más necesario que nunca. Una vez el alcohol y cocaína iban tomando terreno dentro de mí, me permitía recordar aquello que mas me estaba golpeando.
Alegría por el propio consumo, rabia por algún sentimiento concreto, tristeza por situaciones sufridas,… lo que fuese, lo expresaba sin control y de forma desmesurada.
En realidad no estaba sintiendo, al menos como debiera, o permitiéndome manejarme en las emociones y sentimientos que tenía en ese momento de mi vida. Únicamente racionalizaba de qué sentimiento se trataba y lo hablaba hasta quedarme sin saliva, o lo expresaba a través de gestos, que debo reconocer, siempre iban mas guiados por la rabia o el dolor, que por cualquier otra cosa.
Abrazos, golpes, empujones, gestos, gritos,… así es como lograba que el vapor que ya no tenía sitio dentro de mi saliese para poder aguantar hasta la próxima.
Y aunque parezca extraño, esta época en el ecuador de mi vida como consumidor, ni mucho menos esta dentro de los peores momentos vividos, ya que buscaba a través del consumo cierto desahogo, algo que más adelante no ocurriría.
Ahora todo es muy diferente, aun hay bastantes cosas por trabajar, pero es impresionante permitirme sentir, ya sea tristeza, angustia, alegría, felicidad,… lo que sea. Ahora no concibo la vida sin esto, sin notar en las tripas todo aquello que produce algo en mí, que provoca alguna reacción, recordándome lo maravillosa que es la vida y lo imprescindible que es vivirla.
Sentimientos buenos, sentimientos malos…, sentimientos al fin y al cabo, y con cada uno de ellos logramos aprender, tanto del exterior, como de nuestro interior. Entenderlo como parte de la vida, del mundo, de todo aquello que me rodea, hace que no me centre tanto en lo bueno o malo, sino en dejar que recorra su camino dentro de mí, y una vez haya ocurrido, sacar conclusiones si fuese necesario, que por mi breve experiencia sintiendo, no siempre lo es ;)

¡Un abrazo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario